«Que el mismo Dios de paz los santifique por completo; y que guarde irreprensible todo su ser, espíritu, alma y cuerpo, para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Aquel que los llama es fiel, y cumplirá todo esto».1 Tesalonicenses 5:23-24 (RVC)
"La santidad no es moralidad". El título de este post se desprende de una frase que escuché del pastor dominicano Miguel Nuñez y me parece que resume muy bien en qué consiste un error común entre cristianos. Por supuesto, un error en el que yo mismo caí durante mi infancia y adolescencia.
Sería bueno echar un vistazo a las palabras utilizadas en los idiomas originales para tener una mejor idea.
En Hebreo el término es Qadosh y se traduce como "Santo, puro, apartado". En el Antiguo Testamento se usa con un fuerte sentido religioso,
La Septuaginta (versión griega del Antiguo Testamento) usó el término Hagios que tiene el mismo significado y es además el vocablo que utilizan los autores del Nuevo Testamento.
Notá algo importante: En el Nuevo Pacto este concepto sólo se aplica a los creyentes (no a objetos, ni días, ni animales, como ocurría en el Antiguo Pacto).
PERO es un hecho que cuando recurrimos a los idiomas originales para aclarar nuestras ideas no sólo debemos reparar en el SIGNIFICADO de un término, sino también en su USO. Este último nos importa más, pues está claro que aunque una palabra signifique una cosa puede usarse en otro sentido.
Ocurre también en nuestro lenguaje, me gusta citar como ejemplo nuestro término "tomar", que significa "agarrar o asir algo con la mano o con otra cosa" pero en nuestro contexto lo usamos como sinónimo de "beber". Esto es importante de tener en cuenta a la hora de analizar un texto bíblico.
En el tema que nos ocupa aquí, está claro que aunque el término "santo" siempre significa lo mismo, la Biblia no lo usa de la misma manera para Dios que para los hombres.
Si decimos o creemos que ser santo es conducirse de acuerdo con ciertas reglas morales, al proclamar que Dios es Santo tenemos que preguntarnos ¿Qué reglas morales cumple? ¿Quién las pone? ¿Quién se lo demanda?
La respuesta parece obvia: La santidad de Dios se refiere a su carácter perfecto, a su naturaleza pura e inmarcesible, a sus atributos inmutables... no a su comportamiento.
Dicho de otra manera, Dios es Santo porque NO PUEDE NO SERLO, y no porque se conduce de cierta manera que es virtualmente aceptable.
Aquí es donde alguien podrá pensar: ¡Ah! Pero Dios sí pone reglas morales para los hombres.
Es correcto, pero también debemos recordar que no somos santos por cumplirlas. De hecho la misma Biblia aclara que no podemos y nunca podríamos alcanzar los estándares de Dios. Es una mala noticia a priori.
Pero la buena nueva se resume en el concepto de SANTIFICACIÓN. Será bueno hablar de eso con más espacio en otra oportunidad, pero básicamente esta idea nos dice que "fuimos declarados santos por la obra de Jesús (su vida de perfecta obediencia, su muerte y resurrección)"; pero que además "estamos siendo perfeccionados por la obra del Espíritu Santo, que es el agente santificador en el creyente".
Claro, una persona que ha nacido de nuevo está siendo santificada y, progresivamente, ajustará su vida a los parámetros morales de Dios.
Pero ese es precisamente el punto: La santificación es una acción interna que YA SE INICIÓ y que se complete NO DEPENDE DEL CRISTIANO.
Te haré dos preguntas (y una tercera después)
1.- ¿Conocés personas NO CREYENTES pero que tienen un comportamiento excepcional?
Yo sí. Solía tener una amiga cuya familia era un ejemplo. Padres honestos y trabajadores, hijas estudiosas, responsables y obedientes. Mi amiga sólo tuvo un novio con quien se casó y tiene una hija. Con todo, a ninguno de nosotros se nos ocurriría decir que ellos son santos delante de Dios, aunque tienen una conducta moral.
2.- ¿Conocés creyentes que no se comportan como deberían?
Yo sí. En nuestra tarea pastoral lidiamos con hermanos y hermanas que están comprendiendo cómo debería lucir una vida transformada por el evangelio, mientras tanto les resulta difícil (una lucha, es el término que usamos) dejar ciertos hábitos pecaminosos. Con todo, Dios los ve santos por medio de su Hijo.
Aquí va la tercera pregunta entonces, es importante, pensá bien:
¿ES TU DESEO VIVIR DE MANERA QUE AGRADE A DIOS?
Esa es una señal (no la única) de que Dios está obrando la santificación en tu vida. Si notás el rechazo hacia el pecado y un deseo vivo de honrar a Dios aún en los aspectos más íntimos de tu ser, vas por buen camino.
El texto de Tesalonicenses al comienzo debe alentarte, quien comenzó la obra es quien la lleva a cabo. ¡Animo! Dios te está santificando, permanecé cerca de Él y enfocado en lo verdadero.
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