Nuestra sociedad ha alcanzado, en algunos asuntos, extremos impensados. Recientemente una joven me confesó que nunca creyó ver con sus propios ojos cumplirse aquellas profecías de las que hemos escuchado predicar desde niños. La sociedad y la iglesia han cambiado.
Pero está claro que ni los países, ni las culturas, ni las congregaciones locales, ni las familias hemos llegado a este punto de un día para otro; más bien nos encontramos en medio de un largo camino, con trayecto recorrido y por recorrer.
Quisiera proponerte que elaboremos un "mapa" para saber por dónde hemos caminado y qué direcciones podemos seguir. No es un análisis exhaustivo así que probablemente lo encuentres incompleto, tus comentarios serán bien recibidos.
Comencemos.
FAMILIAS QUEBRADAS
Siempre existieron, es verdad. Pero hay eventos que contribuyeron a incrementar esta realidad.
En 1987 se sancionó en Argentina la ley que permite el divorcio vincular y que destaca el carácter disoluble del vínculo matrimonial y la posibilidad de celebrarse un nuevo matrimonio. Claro, con oposición por parte de la Iglesia Católica (la iglesia evangélica no gozaba del mismo reconocimiento del que goza hoy) y de los sectores más conservadores de la sociedad.
Como suele suceder, quitar los límites que describe una ley promueve la práctica libre de aquello que debería estar regulado (véase como ejemplo lo sucedido con la Ley Seca en la década del ´30).
Es evidente que esta ley es contraria a los principios bíblicos y la moral cristiana acerca del matrimonio (lo que Dios unió no lo separe el hombre, Mat 19.6).
Las consecuencias se hicieron notar.
Las estadísticas actualmente demuestran que cada año hay más divorcios en nuestra nación, pero además -y quizás lo más preocupante- se iniciaron generaciones que crecieron en familias destruidas, ensambladas, reensambladas, sin figuras paternas, sin modelos de autoridad, sin contención y sin todo lo que ella provee.
Actualmente los organismos e instituciones reconocen que ese flagelo (familias inestables) sería la causa primaria de la desocupación, el crimen, la inseguridad, las adicciones y otros flagelos más.
Además en 2015 con la Reforma del código Civil y Comercial el proceso de divorcio se hizo mucho más simple, contribuyendo a esta crisis.
NUEVAS FAMILIAS
En 2010 nuestro país (Argentina) fue el primero en América Latina en reconocer el matrimonio entre personas del mismo sexo. Esto presentó un nuevo escenario.
Cuando el estado llama "legal" una práctica, le da un marco jurídico, la conciencia colectiva se cauteriza. Precisamente esto acontece y se suma a la realidad de los divorcios que mencionamos anteriormente.
Más adelante, en 2012, se sancionó la "ley de identidad de género" que permite, entre otras cosas, la modificación registral de la persona. Es decir, que puede cambiar su nombre e imagen cuando no coincidan con su identidad de género autopercibida, así el estado dio un paso importante: Reconocer que el género y el sexo pueden ir por separado.
Pero no basta con sancionar leyes, además hay que instalar el tema. De manera que los medios y las instituciones educativas (a través de la ley de Educación Sexual Integral sancionada en 2012 y reformada recientemente) comenzaron a promover una idea: "Hay muchas formas de ser familia". Así no sólo es legal sino que además puede ser culturalmente aceptado.
EL HOMBRE ES ENEMIGO
Actualmente (y resumiendo violentamente el proceso) la tercera ola del feminismo propone que el hombre es malo, que ser hombre es negativo y que las mujeres sólo se necesitan entre ellas.
La soltería es alabada y las relaciones homosexuales aplaudidas.
Un hecho notorio: Cuando una mujer se expone en las redes sociales por lo general observaremos que no acepta cumplidos de parte de un varón, pero sí de parte de otras mujeres.
El camino está trazado y ha sido validado por las leyes y promovido por los medios y la educación: Puede haber divorcio (y debe ser un trámite fácil y garantizado), puede cada persona ser reconocida como prefiera en su identidad sexual, pueden casarse personas del mismo sexo, formar nuevas familias, separarse matrimonios heterosexuales para conformar nuevas parejas homosexuales, adoptar niños y otras situaciones más.
LO QUE PODRÍA SUCEDER
Recientemente aprobado el aborto legal, para deshacerse impunemente de los hijos no deseados, hay dos leyes que asoman en el horizonte: La ley que reconozca el trabajo sexual (prostitución) y una ley que permita y regule la pedofilia (ya promovida abiertamente, por ejemplo, en las charlas TedX).
Si las anteriores legislaciones han contribuido a la corrosión de la moral y la destrucción de la familia ¿Qué impacto podían tener leyes como estas? ¿Deberíamos sorprendernos cuando sean propuestas? ¿Cómo nos preparamos para este momento? ¿Qué podemos hacer al respecto?
Quedémonos con esta última pregunta por ahora.
¿QUE PODEMOS HACER AL RESPECTO?
Seguir luchando.
Ni lo que vivimos ni lo que vendrá debería tomarnos desprevenidos, ni desalentarnos, más bien al contrario.
NECESITAMOS recordar que la Iglesia de Cristo y el Evangelio que ella predica es lo único que ha detenido la corrupción total de una sociedad que camina en dirección opuesta a Dios.
No todos se volverán a Él, pero siempre existe un remanente.
Mientras nos mantengamos firmes en la verdad, con una visión clara de nuestra naturaleza y misión, dispuestos al sacrificio; mientras no nos distraigamos con las luces de este mundo y evitemos extremos que nos desenfocan, veremos individuos, matrimonios y familias sanas, restauradas y salvadas por el poder transformador de Dios.
Conviene recordar las palabras del Señor a la iglesia de Esmirna: "No temas en nada lo que vas a padecer (...)Se fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida" (Ap 2.10).
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