HIJOS REBELDES ¿QUÉ HACEMOS? (Parte 1)

 


"Echando toda ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros"

1 Pedro 5.7 (RV60)

La rebeldía de los hijos es una experiencia común, pero que no por eso deja de ser difícil de elaborar para cualquier padre sensato. Frente a esta realidad los padres podemos cargar con sentimientos de angustia, frustración, impotencia y otras emociones negativas que solo agravan la situación.

Por eso es que esta serie de consejos para tratar con la rebeldía de los hijos debe comenzar por aquí: OREMOS; pero no por ellos (en este caso) sino por nosotros mismos.

Cuando nuestro corazón alberga sentimientos hostiles hacia la realidad, sin duda estos saldrán a flote mediante nuestras reacciones y palabras cuando intentemos corregir a nuestros hijos o se genere una discusión con ellos, incluso deberíamos pensar en cómo los hemos tratado durante las últimas semanas y qué tanto bien les ha hecho.

El texto que leemos al inicio nos recuerda que podemos, y por lo tanto debemos, acudir a Dios para despojarnos de todo lo que nos resulta un peso, nos estanca, y no nos permite vivir la plenitud de su vida. Pero antes de esta instrucción hay otra que está estrechamente ligada: "Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios para que él los exalte a su debido tiempo" (1 Pedro 5.6 NVI).

Recordemos que esta epístola fue escrita por el apóstol a los judíos creyentes que padecían persecución ¿Qué clase de sentimientos crees que experimentaban ellos?

Pues en este contexto, y precisamente ante esa realidad, les alienta a ACUDIR A DIOS Y ECHAR TODA ANSIEDAD SOBRE ÉL. Es una extraordinaria imagen la que se nos pinta de la provisión y el cuidado del Padre sobre sus hijos amados.

Pero todo comienza por reconocer que él puede, él sabe y él quiere hacer las cosas mejor de lo que nosotros podríamos incluso imaginar. Humillarnos como padres es reconocer nuestras limitaciones, también aceptar que nuestros hijos son en realidad suyos y por lo tanto tenemos que verlos y tratarlos como herencia de Dios, que le pertenecen al Creador.

Despojarnos de toda ansiedad es necesario para que nuestro corazón esté libre de todo lo que daña y no edifica la relación ni el carácter de nuestros hijos.

El apóstol Pablo dijo algo relacionado con esto en su carta a los Gálatas: "Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis". (Gálatas 5.17 RV60)

Los deseos (actitudes) de la carne (naturaleza pecaminosa) son contrarios a los del Espíritu Santo, por lo tanto cuando actuamos en la carne no puede fluir el Espíritu de Dios. Si intentamos corregir a nuestros hijos en la carne no podremos ver la disciplina e instrucción del Señor, aunque estemos haciendo nuestro mejor esfuerzo.

Es por este motivo que necesitamos orar por nosotros mismos en primera instancia, despojarnos de todo lo propio de nuestra naturaleza frágil y pecadora, para dar lugar a la manifestación de Dios. Mientras más intentamos lograr cambios nos encontramos interfiriendo en la obra del Señor, renunciemos a eso.

En primera instancia oremos por nosotros mismos, traigamos a Dios nuestros corazones y nuestra paternidad, echemos sobre los hombros del Señor toda nuestra ansiedad y seamos un canal libre por medio de quien fluya el poder transformador de Cristo.


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