TEOLOGÍA DEL CUIDADO AMBIENTAL - INTRODUCCIÓN


TEOLOGÍA DEL CUIDADO AMBIENTAL - INTRODUCCIÓN

En los últimos años se puede ver un creciente interés tanto por parte de los individuos como de las comunidades por la preservación del planeta. No sólo se han conocido personajes que predican un mensaje de concientización para el cuidado ambiental, también se desarrollaron organizaciones que persiguen este fin, y -como no podía ser de otra manera- la iglesia comenzó a manifestar su interés en esta crisis moderna; o para decirlo de manera más precisa: una crisis antigua pero con una atención renovada.

Pero dentro del cristianismo, como siempre, surgen las dudas y opiniones encontradas acerca de cuál es la responsabilidad REAL de los creyentes para con el planeta. 
¿Verdaderamente es necesario o útil comprometerse con esta causa?

Los fundamentos para las opiniones enfrentadas están en la Biblia, los resumimos a continuación (de manera muy breve):

a.- Por un lado Romanos 8.19-20 nos enseña que la Creación fue sujeta a corrupción y en esa condición espera la manifestación de los hijos de Dios a fin de ser redimida al igual que ellos. Esta manifestación gloriosa estaría indicando el accionar de los creyentes que, viviendo su llamado, obrarían la restauración de todas las cosas hechas por Dios, entre ellas el Planeta.

b.- Por otro lado 2 Pedro 3.7 advierte que este mundo está reservado para ser consumido por el fuego, de manera que la Creación corrompida está destinada a la devastación. 
A diferencia de los seres humanos, el Planeta no espera por la redención o por la condena eternas pues no tiene alma que pueda ser regenerada. En consecuencia sólo será aniquilada.

Está claro que estos no son los únicos dos textos que hablan del tema y quienes se identifican con cada una de las posturas han desarrollado sólidos argumentos a su favor. Pero estas porciones sí nos sirven -por ahora- para ilustrar que en ambos casos la conciencia que se tiene sobre el destino de la Creación parte de una premisa bíblica.


PROBLEMAS Y SOLUCIONES

Al mismo tiempo nos encontramos con otras realidades de dimensión global.

Primero, tenemos que aceptar que los problemas existen. La contaminación ambiental, el calentamiento global, el derretimiento acelerado de los glaciares, la aparición de nuevas enfermedades y pestes, la crisis energética; en fin, todos los conflictos relacionados con el deterioro de la salud del planeta, que conocemos porque son noticia y forman parte importante de los contenidos curriculares en la mayoría de los países.

Segundo, a estas situaciones se le ofrecen respuestas desde ONG´s y políticas de estado que llevan a cabo una agenda para poner en conocimiento los problemas existentes, mientras desempeñan tareas de proporciones gigantescas para detener la corrosión de la tierra y mitigar los síntomas de su enfermedad aunque no puedan remediarla.

Entre esas instituciones, que trabajan de manera independiente o que colaboran con los gobiernos, la Iglesia -especialmente la evangélica- no tiene un papel preponderante. Sí manifiesta interés desde su predicación y en la elaboración y puesta en escena de algunos proyectos aislados, pero realmente el cuidado ambiental no es una cuestión prioritaria desde dónde y cómo entendemos el Evangelio.

Pensemos en nuestras congregaciones y respondamos las siguientes preguntas:

* ¿Cuántos sermones al año se predican sobre este tema?
* ¿Existe un ministerio dedicado especialmente a tareas relacionadas con el cuidado del planeta?
* ¿Estos temas forman parte de los contenidos de la Escuela Bíblica? ¿En qué porcentaje?

Ante todo esto surge la pregunta ¿Deberían ser estas organizaciones y gobiernos quienes se encarguen de los problemas ambientales? ¿Es posible que, como ya sucedió antes en la historia, lo hacen porque la Iglesia no le presta la atención que debería?

Recordemos lo que sucedió con la educación, la economía, la política, el arte, el sexo o el deporte: la iglesia se  apartó de tales asuntos y sus problemáticas asumiendo que tiene una ciudadanía celestial y los problemas terrenales no le conciernen; la misión comienza y termina con la salvación de las almas.

¿NUEVA TEOLOGÍA O LA MISMA TEOLOGÍA CON NUEVAS PREGUNTAS

Este no es simplemente un juego de palabras, es una pregunta legítima e importante.

Cuando hablamos de una nueva teología pensamos en una lectura de la Biblia que no se ha hecho hasta hoy; y desde ahí, una forma distinta de pensar la iglesia y su misión como no se ha visto en la historia. Es un nuevo que hacer teológico a la luz de nuevas experiencias que agregan color a la interpretación tradicional.

Pero cuando pensamos en la misma teología respondiendo a preguntas nuevas es otro asunto. Aquí hablamos de la manera tradicional de leer la Biblia e interpretarla, a la luz de la historia de la iglesia y su expansión por el mundo, pero ahora revisando las doctrinas fundamentales e históricas para encontrar allí respuestas a preguntas que no se habían hecho antes porque el mundo no estaba en condiciones de hacerlas.

¿Qué significa esto? ¿Cuál es la diferencia?

Las "nuevas teologías" (como la teología de la prosperidad o de la liberación) se separan de la teología tradicional argumentando que esta no es suficiente para los problemas del mundo moderno, que tiene una interpretación viciada de las Escrituras y por lo tanto doctrinas obsoletas.

Pero mantenernos en la teología Reformada tradicional es sostener los credos y doctrinas fundamentales, así como la forma histórica de interpretar la Biblia, que la iglesia ha defendido durante los últimos 500 años y que han sido probados por diferentes medios. Desde aquí pensamos soluciones para un mundo cambiante, sin negociar nuestros fundamentos.

Entonces decimos que la Teología del Cuidado Ambiental debe ser la misma Teología Reformada, que piensa y actúa en la misión de la iglesia en relación a la crisis del planeta.

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